domingo, 9 de mayo de 2010

Concesiones

¿Cómo conciliar una pareja con nuestras convicciones feministas?

Cometí el error de buscar en mi ahora ex pareja manifestaciones de machismo que quizás no existían. Pero que, hurgando profundamente, estaban ahí, arraigadas desde la infancia, como en cualquier persona. Como en mí antes de convertirme en feminista, antes de entender las complejidades de la igualdad de género. Como en cualquier hijo de vecino al que nunca le explicaron que el mundo en el que vive es sexista y que no todo lo que ve está bien y hay que aceptarlo como tal. Como cualquier varón que no es consciente de sus privilegios, y al que sólo podría recomendar la atenta lectura de este texto (al ser escrito por un varón, quizás tenga más alcance que yo...).

O sea, mi pareja no era machista conscientemente, pero sí lo era inconscientemente, como todas y todos antes de que nos abran los ojos, antes de que empecemos a leer blogs como éste (a mí también me sirvieron lecturas previas), antes de que alguien nos muestre el sistema sexista en el que vivimos.

Cometí el error de no hacer concesiones en un primer momento, de no ir más despacio, de no tener más paciencia.

Pero quizás jamás habría tenido esa paciencia, quizás la persona con la que estaba no quería abrir los ojos (a pesar de que, en un principio, me agradecía por haberle permitido ver cosas que antes no veía), o no tanto, y quizás el trabajo era demasiado profundo y arduo como para realizarlo a fondo (a veces, muchas veces, abrir realmente los ojos implica cambios drásticos en la vida misma de unx).

Hacer entender a esa persona que, pase lo que pase, conmigo tendría que ser un padre al 50% era algo casi imposible, dado que se estaba encaminando hacia una carrera (medicina) en la que no solamente dedicaría forzozamente más tiempo a sus pacientes que a sus hijxs y su familia, sino que además nuestra diferencia de edad (siendo él más joven que yo y faltándole varios años para terminar la carrera, residencia incluida) haría que, por una cuestión biológica, era probable que el bebé llegara en momentos en que él tendría que pasarse noches enteras de guardia, dejándome a mí todo el trabajo que implica ocuparse de un bebé full time (y sobre todo de noche). O bien, seguir postergando una maternidad a una edad en la que las posibilidades de procrear, para las mujeres, bajan drásticamente.

¿Alguna vez hemos hablado de todo eso? Sí, una vez. Él me dijo con tono de reproche que yo ya tenía mi carrera hecha, y que no estaba dispuesta a sacrificarla para que él pudiera, además de tener hijxs, terminar y dedicarse a la suya.

Pues no, no estaba dispuesta. En todo caso, no estaba dispuesta a ser una mamá 80% y el un papá 20%, como tantas parejas. Creo (pero nunca lo hablamos realmente) que para él era obvio que la que tenía que sacrificar algo en la mater-paternidad, era forzozamente yo. ¿Por ser mujer? ¿Por tener más edad? No lo sé.

Pero lo que él nunca entendió, es que yo no estaba dispuesta a ser la que me ocupara full time de nuestrxs hijxs mientras él seguía con su carrera y su trabajo sin modificar nada, a pesar de que una vez, me aseguró que él estaba dispuesto a abandonarlo todo para ocuparse de sus hijxs durante un tiempo...

Yo pregunto, le pregunto: ¿después de una carrera dificilísima de más de 10 años, después de sacrificar tanto tiempo a sus estudios y a ganarse la vida mientras tanto, después de sufrir tanto para subir los escalafones de la empresa en la que está ahora para poder ganar más dinero y comprarse el auto y la vida de sus sueños, ¿estaba realmente dispuesto a abandonarlo todo para cambiar pañales, dar biberones y limpiar mocos durante un año, mientras yo me dedicaba a aportar a la economía familiar?

Francamente, tengo mis serias dudas al respecto. Yo, no lo haría, en todo caso no cargaría con el 100% de la maternidad, no solamente porque no me parece justo, sino también porque considero que lxs hijxs se crían de a dos, y que en realidad, ambos padres deben sacrificar tiempo y espacio para dedicarse a su progenitura.  Al menos tengo la honestidad de reconocerlo y decirlo. Pero es fácil hablar, prometer, anticipar, proyectar. Otra cosa es comprometer, estar en la acción, hacer.

Pero ¿por qué no? ¿Lo hemos hablado más a fondo? ¿Lo hemos tratado de charlar? ¿De ver cuáles eran las opciones dentro de las posibilidades, ganas, deseos de cada uno?

No.

Finalmente, lo que nos separó no fueron nuestras divergencias, nuestra edad o el hecho de que él todavía no había abierto completamente los ojos sobre el sistema sexista y sus privilegios de varón.

Lo que nos separó, fue la incomunicación.

Y eso, no tiene nada, pero nada que ver con igualdad de género, machismo o convicciones feministas. Es solamente muy triste.